Despertar en la boca del gigante. Tomarte el tiempo en el café. Hacerle esperar.
Elegir la música.
Veo una coreografía de multitudes en escena.
Llamo a la puerta
para salir al vacío.
Elegir la música.
Veo una coreografía de multitudes en escena.
Llamo a la puerta
para salir al vacío.
Mil vidas posibles cada una de mil formas me reinventan en esta Manzana Grande donde los sueños se tiran de los balcones. Lamento mi ingenuidad, y me hace gracia. Podría elegir un banco en el parque, y dejar que las palomas se acercaran. Podría volver y podría quedarme. Podría contradecirme a cada segundo. Pensar que nada es regalado, que Tú no existe y sigue aquí, apurar el tiempo para hacerlo girar, eterno.
Tropiezo con alguien sin caer al suelo.
Congelo todos los árboles que voy amando y la calle del cartel, que habla escrito. One way hacia otro lugar. Otro más. One way, me dice grande, fabuloso, al dictado como una flecha decidida a clavarse en su diana que practique mis pasos a su ritmo, me dice. No duele. Te regalaré la brisa para que no te estorbe el pelo. Jugaré con los pliegues de tu vestido. Te protegeré con una noche rellena de luz y prometo que haré que te pierdas si me llegas a alguna parte. Soy el sitio al que puedes volver, pero no quedarte. Te digo que no me caben más recuerdos bajo las piedras, que me pisan el corazón inflamado de cimientos temblorosos no te quiero ver, seguir, tener, perder. Jamás te dejaré comprenderme por si consigo tenerte aquí. Por si quisieras marcharte.
Y pensar que quizá nada vuelva a ser como antes.
Renegar. Cambiar de calle.
Buscar alguna con más azul que darme.
Renegar. Cambiar de calle.
Buscar alguna con más azul que darme.
Un hombre afortunado se asoma a la bocanada de aire. Lleva un traje desvestido de sus viejas costumbres. Tampoco come su comida. No mira hacia arriba desde hace años. Si asalto ahora el marco del momento, puedo preguntarle cuántas escaleras harían falta para ver el cielo. Me mirará con cara de incrédulo. Si las juntas todas, quizá. Si pudieras unir cada final y cada comienzo, alargando los brazos mucho, estirando las manos, así –soltará su comida. Abandonará su cartera- tal vez podrías llegar, pero sola no podrás hacerlo.
- Ayúdame tú, Incrédulo.
Incrédulo no quiere mirar hacia arriba. Se aleja. Regresa a algún hogar impreciso y perfecto. Suyo. Posible. Uno de tantos hogares carne de la fruta podrida y brillante de la tierra de nadie. Nadies aventurados en un cosmos de gentes entusiastas y cordiales. En un experimento del mundo hipnótico deslumbrante hipnotizado y yo, aplastada en este suelo, bebida por esta probeta, quiero irme de aquí mil veces y regresar y no poder quedarme ni que me quieras ni quererte ni dejar tantos amantes por tí, mi amor revuelto en la punta de todos mis dedos. Mis fieras despiertas y cruel y torpe, equivocándome poco a poco y sin freno, vuelvo a mi tierra conjurando.
Maldiciendo.
Abriendo los ojos en un día de horas más conocidas y mirándome al espejo. Llevándome en la piel el bocado ácido de la manzana,
extraño veneno.