domingo, 31 de agosto de 2008



El ahora que se lame los atrasos no sabe aún con qué palabras.

Habla de un mar que llegaba más lejos
que se dejaba tocar el lomo tibio que allá
su mano abrigada
metida
entre dos medios
los dedos brillaban, dice, y calla.


Parece triste, pero el alma.

Se le siguen clavando los amigos y no sabe de inventarios este ahora no cifra
días
ni noches
ni distancias.

Este ahora no quiere guardar los trazos que le colman la saliva. No andará ningún cementerio. Dice que un papel salvó a su misma carne y que vivirá todo y que podrá verlo y amparado en un retoño anticipado a su tiempo dice que seguramente llorará. O eso espera.

Las magas de otras tierras le contaron que los vientos de poniente traen un frío húmedo.

Se reblandecen los miedos y los hierros
y el invierno será asaltado
y atravesará
este Madrid
de un ahora que no piensa moverse.


Su voz no le llega más allá de la garganta pero vuelve.
Corre todo lo que le dan los brazos. No descansa.

Ahora mira atrás y adelante con pasmo y no le alcanza cómo
decirlo
tanto
y más que un regreso.

Un círculo abierto.

Mundo inesperado.