Hoy me apetece pensar que la nada me posee, por fin.
Y se crecen los espacios que guardo
entre yo y las cosas,
pertenencias que ostento
en la distancia.
Llamémoslas equis.
Me gustan más así.
Te hablo, si quieres,
de unas alas de libélula prestadas,
de una invasión de sabios vanguardistas
apuntalando el alma
(llegaron despacio, eso sí),
de una malformación en las pisadas,
también,
por qué no.
Por qué no si tampoco me pertenece,
si ya no me lo pregunto
si sé,
que las corrientes engendradas en mi pelo
se lo llevan todo,
la decadencia
tardía,
la decencia
inmunda,
los clavos
suicidas,
los parches
vencidos.
A veces me como las palabras, y no lo digo
(a veces enciendo un cigarrillo)
A veces, sin querer, pierdo un pasaje,
me dejo el cuaderno de notas
-en cualquier estación-
me voy olvidando el corazón.
Y es sólo por ver
si alguien lo encuentra.
Y se crecen los espacios que guardo
entre yo y las cosas,
pertenencias que ostento
en la distancia.
Llamémoslas equis.
Me gustan más así.
Te hablo, si quieres,
de unas alas de libélula prestadas,
de una invasión de sabios vanguardistas
apuntalando el alma
(llegaron despacio, eso sí),
de una malformación en las pisadas,
también,
por qué no.
Por qué no si tampoco me pertenece,
si ya no me lo pregunto
si sé,
que las corrientes engendradas en mi pelo
se lo llevan todo,
la decadencia
tardía,
la decencia
inmunda,
los clavos
suicidas,
los parches
vencidos.
A veces me como las palabras, y no lo digo
(a veces enciendo un cigarrillo)
A veces, sin querer, pierdo un pasaje,
me dejo el cuaderno de notas
-en cualquier estación-
me voy olvidando el corazón.
Y es sólo por ver
si alguien lo encuentra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario