Cuánto nos costó comprender lo que mata el miedo
(la salvación, mírala, salta adelante)
que la vida no se encierra en un puño
que nada nos va a librar de las lágrimas ellas solas
llorándose a sí mismas
pensándose ¡ay dolor!
y felices
y que todo tiene que irse hasta tú
que te empeñas en volver
y tanto que costó
(qué será lo que falte, me pregunto
para que nada termine).
4 comentarios:
Yo rezo porque haya cosas que no acaben nunca. No sé qué decirte, además de que entiendo tu miedo.
Tuvimos que temer al mismo miedo para darnos cuenta de su condena y sentir la salvación.
Quizás ese empeño en volver sea el que nos haga sentir la falta que obliga a que nada termine.
Bellísimo poema, amiga.
Un beso.
otro beso
No sé cómo llegué a tus jardines (supongo que salté un muro), pero ha sido una alegría llegar a ellos para leer tu buena poesía para intuir cómo podría matarse el miedo.
Saludos...
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