viernes, 21 de septiembre de 2007



Mi corazón maldito, de amores escondidos, de falsas visiones, de quieros resignados y no puedos asumidos. Mi corazón inservible se despega, se cae, se inflama, se espanta y se rompe en partículas aun más voraces, aún más pequeñas, microscopía del polvo del polvo sin estructura mi corazón sin destino, perdido, inverosímil, atesorado, aturdido. Corazón sin piel que lo proteja porque yo, cáscara frágil en esta rebelión ya no sé como se es yo misma, ni tan siquiera yo.

Si

mis

ojos

ya

no

lloran,

si mies pies ya no conocen el suelo, si mi olvido me devora la sangre, lo que supe alguna vez y lo que desaprendí con los dientes atornillados y las entrañas doloridas y las lágrimas que no lloré son un remolino que traga y traga en mi estómago, si ya, ya ni tan si siquiera me queda la rabia, ni lo cierto, ni la memoria, apenas bolsillos vacíos, supervivencias, la gloria de seguir respirando otro día sin saber muy bien por qué, ni me importa ni lo entiendo ni quiero entenderlo solo querer que cada vez sean mas las horas de sueño sin sueños para despertarme otra vez en el hueco difuso de lo que vosotros llamáis vida de lo que vosotros llamáis esperanza de que pronto muy pronto tiene que ser pronto porque ya es tarde para que lo que alguna vez fue amor, alma regalo existencia carne, carne en llamas, ojos tan abiertos conteniendo el mundo, me devuelva la vida aunque sea imposible y lo imposible me estalla la risa y airea una capa de piel traslúcida, para que todo esté bien. No pasa nada. Y es nada lo que pasa. Ya sea día o noche antes de dormir se hace el recuento y si me sumas un poquito daré todo lo que no tengo, finge, calla, toma, imagina que sí lo tengo, imagina que es un todo vivo que brota el agua de manantial falso para que yo pueda verlo en tus ojos y solo tachar la palabra falso porque rendida no pido verdad, rendida no pido tu amor ni tu tiempo, rendida no pido tu pensamiento, rendida no pido ni sé pedir ni puedo pedir porque mi boca abierta está muerta por dentro y pintada por fuera y tu tardarás el tiempo exacto en darte cuenta, tiempo que te estoy robando, que tú te dejas robar, que tú limitas, que yo sé que limitas y lo hago corto pero intenso y no lo pienso, y elevo incandescencias mientras seas mío para que cuando te derrumbes, siempre no porque sea yo sino porque eres tú, escuche todas las palabras, borre todas las huellas, me atrinchere, desaparezca. Algo más muerta, aún más rendida, siempre más maldita. Creedme.


Creedme si os digo que esto que veis no son mis piernas, que mis piernas me fueron arrancadas una mañana de agosto de brisa fresca y suave sol dorado con la quemadura en la promesa, con todas las promesas arrebatadas rodando cuesta abajo saliéndose de mí que púrpuras, que derramadas sobre el asfalto, me marcaron los ojos, dejaron huérfanas de manos a mis manos que miraron en sus manos que no las estaban mirando pero vieron en ellas la sentencia firme, el juicio sin defensa, la condena perpetua porque ya no me crecieron más piernas, más piernas que aquellas más firmes más instrumentos más caminos inacabados y yo tampoco lo quise creer, pero creedme, creedme porque esto que veis ya no existe, no es más que lo que visto a diario, repertorio de ocasión, si quiero no, y si no puedo dejadme que me quede en casa amputada recosida para besarme el corazón fantasma, el alma fantasma, el miembro fantasma que sigue vivo en otro cuerpo que no es el mío que ya no hay un cuerpo que sea mío ni nacido mío ni entregado mío ni querido mío y hoy, hoy después de tanto tiempo pretendido que no querer es mejor que haber querido, hoy que vuelve a ser veinte, hoy, con mis miembros fantasmas desnudos vencidos, hoy no querer amar es peor que haber querido, y a voces


os llamo,

y os siento reunidos

y os digo

que no fue vuestra culpa, que siempre fui yo porque mi yo es un fantasma y los vuestros querían quererle y os hago libres, y así os despido uno a uno para quedarme sola, sola en esta extraña órbita, que es ahora mi sitio. Un vacío encogido en el silencio y en el frío, vacío donde cierro los ojos, pero no lloro. Un limbo infinito de estatuas de mármol al que pertenezco,

yo,

cubierta de hielo,

aparto la mirada,

para no verlo.