lunes, 15 de septiembre de 2008



No voy a decirlo. Para qué. Ya no hay azúcar y la nariz me sangra. Pensarás que no importa que se apaguen dos o tres luces, que la cena estaría fría y poco hecha. No se te oye la voz si no es grave solo aquí, fuerte, el dedo presionando. Alguien gritará si yo se lo pido. Se acumularán los coágulos.

Nada que oír. Nada que sacar de tu estómago. Nada que explicar ni que perdones mis culpas ni tú qué sabes. Si asomaras la cabeza quizá, y no lo digo. Que a mí no me sirve tu hambre. Que a tí mi sangre te recuerda al frío en otra parte fría pero tú. Gente acorralada en un océano de hielo al que les han llevado. Hablarte de sed y miedo al agua para qué. Comprobé la falta de altura del sitio en el que estoy sentada. El vacío siempre me rebosó los platos.