domingo, 10 de enero de 2010

Cuatro

Una vez me contaste que cuando eras pequeño viste nevar en tu calle, y que nunca volvió a repetirse. La abuela aquel día te había mandado a comprar azúcar, pero tú te escapaste a jugar con los demás niños. Luego cogiste un puñado de nieve y te lo llevaste a casa. Se te había olvidado el azúcar, y en su lugar le diste a la abuela aquella bola blanca y sucia. En cualquier otro momento ella se habría enfadado mucho, pero aquel día apenas te regañó. La nevada le había ablandado el carácter y por un día te libraste del castigo y dejó que volvieras con los niños. Jugabas con nieve blanca.

Te gustaba recordarlo: de chico vi nevar en Sevilla, decías. Y hoy, tantos años después, ha vuelto la nieve a tu ciudad. Hoy. Cuando se cumplen cuatro años de tu marcha, el cielo se ha vuelto gris, y el aire se ha llenado de copos blancos como aquel día. Yo sé que no tiene sentido, pero ojalá lo hubieras visto.

Ojalá, aunque sólo un instante, hubieras estado allí. Como cuando eras niño. Y siempre.

Ojalá que al menos tu corazón estuviera.