lunes, 31 de marzo de 2008


Y dejarme caer en partes iguales.


Y acabar la tarde hueca y enmohecida.


Siguen viniendo, con más fuerza, a golpes en el vientre el hígado contra el corazón, la garganta contra la boca, los ojos retroceden, son bajos, hasta el centro del estómago oscuro, donde los párpados ya no son atravesados por el sol tardío.


Leo laberintos escritos en mi propio idioma.


Pienso en ti por anticipado, sin consuelo.


Vuelvo al momento justo de la vida, que aún no ha terminado, la mujer gritando generaciones enfurecidas a través de las piernas para darme la vida, el mandato de su eco perpetuado en todos los silencios menos vastos que la muerte, y yo, con tantos ruidos


curioseando en tu sombra de perfil no parece que se acabe adivinando si nosotros, que somos tantos


al menos podremos arañarnos



quién sabe.

sábado, 22 de marzo de 2008

Tres:


Dos:



Uno:



Cero.

lunes, 17 de marzo de 2008



Ángela tiene unos ojos increíbles. Cada uno de ellos tiene en el centro un círculo perfecto de color negro. El negro no es un color, porque se traga la luz, como la noche, aunque la noche tiene también puntos de luz, como los círculos negros de los ojos de Ángela de cerca son más grandes, y tragan más. No deben mirarse a la vez. Si los miras a la vez, te acribillarán, así que sólo estoy mirando uno, el izquierdo. Ahora es algo mayor porque en la mitad izquierda de su cara da la sombra. Me cuenta que está cansada.

- Y quién no -le digo a su ojo izquierdo, no a su oído- esta mierda nos toca a todos, ya lo sabes.

Cuando le digo ya lo sabes le estoy hablando a ella. Le estoy recordando cosas infinitas que ella sabe y resume en un ya, mientras fuma.

- Y tú, ¿qué tal?

- Me ha crecido un gato en la espalda que me está desgarrando la carne mientras hablo a tu ojo porque no he vuelto a hablar a ningún ojo aquí –pero esto no se lo he dicho- bien, genial.

El gato que me ha crecido en la espalda, dentro de unas horas será indomable, pero hasta entonces, podemos apurar el tiempo tomando café caliente a pesar de estar sudando, y comenzar a desgranar, al azar, cualquier cosa. Divertirnos. Silenciarnos. Escupir ideas sin orden de prioridad alguno ni que eso importe, porque una vez que comienzas a escupir, es difícil parar, aunque ya te hayas ido. Pueden haber pasado días y aún sigues intentando arrancarte el gato, ordenar las ideas (cuando intentas ordenar ideas, éstas se reproducen), llegar a ninguna parte conocida, acostumbrarte a sentirte satisfecha con todas ellas moviéndose aquí y allá como peces dentro de una pecera estanca dentro de tu cabeza detrás de los puntos encogidos que tienes en los ojos, que apenas pueden verse.

En la oscuridad, el círculo por fin se hace más grande. Puedes adentrarte en él, y nadar, abriendo la boca como un pez. Otra vez, nadar, beber, comer, otra vez, dientes, agua, fría, caliente, no es por los dientes. No es por el ojo ni por el asiento ni por estar ausente en el estanque todo lo que ves es silencio confundido pero no es muerte, no. Los bancos de peces girarán al tiempo. Yo sólo quiero estar allí para verlo.

domingo, 9 de marzo de 2008



Decía que de noche le crecían bolas de barro en las manos. Primero, decía que antes de dormir, le crecía algo. Más tarde, que eran bolas de barro.

Me gustaría saber si aún lo sigue pensando.

También que el tiempo se podía plegar con una pinza de tender la ropa. Apuntaba cada fecha en el calendario y luego, de vez en cuando, volvía las hojas hacia atrás, contaba los días sin marcar, hacía gestos indescifrables como si yo no estuviera (yo fingía no estar, como siempre), suspiraba como si el aire que tuviera dentro fuera un gas corrosivo e irrespirable, se dejaba caer, se levantaba, regresaba, sufría plácidamente.
Era envidiable.

A pesar de mi escepticismo, reconozco secretamente, que fue capaz de hacerme dudar. Afirmación que significa que ya la duda no es secreta. Ni tan siquiera duda. Por mucho que intente decir que no sé, que no afirmo, que no creo, lo cierto es que cuando abres la boca para decir quizá, justo en el momento en que tu lengua titubeante adopta la posición precisa, los labios se estiran, las cuerdas vocales se abren al paso del aire que sube del estómago y por tus labios comienza a salirse, primero lento, luego, rítmico, finalmente a borbotones tu pensamiento, da igual que siembres tu discurso de tantas vacilaciones como te sea posible, que evites mirar a los ojos que tienes enfrente, que juegues nerviosamente a sacarte la negrura de las uñas, da igual. A ese milagro de la duda que se escapa de tu boca, cuando ya no la puedes volver a tragar, a esa duda hinchada que ha sido lo suficientemente fuerte, no le queda más que hacerse certeza; a tí, sin embargo, no te queda más que esperar que se haga caso omiso al respecto.
No digo por tanto, que quizá pudiera plegar el tiempo.
No digo que pudiera convertirse en aguja de coser aquellos días separados en el calendario. Es sólo que, quizá creía que todo sucedía a la vez y a la vez era pasado, no sé. Tal vez, no era más que su manera de verlo, que por supuesto, yo no comparto. No es que piense que en el fondo, lo que has vivido siempre está ocurriendo porque la huella de la vida se acumula y no se borra y se te queda en la espalda cuando dices atrás, no. Ríes, y ya está. Ríes con la mueca torcida del llanto, repartiendo alivio. No agujereas el tiempo. Evitas llorarte a escondidas para que nadie entienda que así te sientes más viva. O más convencida, qué más da.

Y además, a quién le importa.

Seguramente, nunca le crecieron bolas de barro en las manos. Seguramente, dormiría con la cara hundida en la almohada, con los brazos pegados a su cuerpo recto, las palmas abiertas boca arriba y los dedos verticales, largos. Se diría que agarraba fuerte el hueco que se contenía en ellos y que apuntaban muy alto, más aún que el techo. Se diría incluso, que de haber tenido barro en las manos, se lo habría tirado a la mismísima cara del cielo.
bbb

lunes, 3 de marzo de 2008

bbb
Aún los pájaros, heridos por la luz

le siguen gritando a la madrugada.
bbbb
bbb