viernes, 14 de enero de 2011



Llegué con toda la agonía de la que es capaz -escapar- el Madrid inoportuno del nunca es suficiente si puedes tener más.
Llegué con un zumbido de colmena dentro de un estómago hueco.
Llegué siendo mi ausencia, sin querer escribir ni ser.
Sin creer en el tiempo como mejor aliado.
En la nada como único remedio.
Para ser sincera, aun no sé si lo sigo creyendo.
Pero Madrid está lejos, y aquí hace siempre calor.
Y del norte viene un regalo con la forma de una amiga.
Y las ciudades pueden ser ocres o rojas.
Bulliciosas, arraigadas o tranquilas. Como todo.
Cada rincón es un misterio que anhela ser descubierto.