martes, 6 de enero de 2009



Sé que me alejo entre adoquines cilíndricos y estrechos. Lo veo subida a una mole. Lo veo en un picado sobre destellos naranja atornillados a la noche. Camino replicando a la indiferencia con la que apura el frío, a las hojas deshojadas y a los ratones sin gato. Sé que una de cada mil veces puedo pasarme de largo, y estar atenta.

Mientras dure esta eternidad no pensaré que muere por mi mano.

Mientras dure no como recuerdo.

O hasta que se revuelen las notas. Hasta perder la cuenta de palabras seccionadas sobre papel amarillo, delgadas, moviéndose por encima de mi cabeza como un banco de peces voladores amigos de llamar la atención. Persuadirme. Detenerme quizá para agarrarlos ahora que no conjugo ningún cuerpo.

Ahora que volví a escaparme de otro final o de otro comienzo.