domingo, 20 de diciembre de 2009

Le preguntó qué pasaba como si pudiera importarle. Como si no viera la ceniza en su cara, el cartel publicitario, la mengua en sus huesos. Le preguntó qué pasaba y se quedó mirando para darle tiempo. Esperó. Encendió un pitillo y se frotó las manos.

- No me iré de aquí sin saberlo.

Y sin saberlo acalló el cartel, limpió la ceniza, arropó su cuerpo.





Déjame esta noche soñar contigo
déjame imaginarme en tus labios los míos
déjame que me crea que te vuelvo loca
déjame que yo sea quien te quite la ropa.

Déjame que mis manos rocen las tuyas
déjame que te tome por la cintura
déjame que te espere aunque no vuelvas
déjame que te deje tenerme pena.

Si algún día diera con la manera de hacerte mía
siempre yo te amaría como si fuera siempre ese día.
Qué bonito sería jugarse la vida, probar tu veneno.
Qué bonito sería arrojar al suelo la copa vacía.

Déjame presumir de tí un poquito
que mi piel sea el forro de tu vestido
déjame que te coma sólo con los ojos
con lo que me provocas yo me conformo.

Déjame esta noche soñar, soñar contigo.


(Toni Zenet, Soñar contigo)

3 comentarios:

NáN dijo...

Qué sencillo era. Y qué difícil que veamos que lo es. A veces, solo quedarse. Aunque quedarse, dejar pasar el propio autobús, sea lo difícil. A pesar de que tenemos la experiencia de habernos equivocado tantas veces de línea. Por cabezonería.

Virginia Barbancho dijo...

Sí, Nán, qué sencillo era...

Miguel Ángel Maya dijo...

...Pues yo te abrazo...
...y te mando besos...
...y besos...