miércoles, 14 de abril de 2010


No temer la pérdida o el olvido.
Ignorar que alguna vez fuimos algo más que cartón.
Tal vez algo menos liviano.

Ahora sé
que hasta los órganos más oscuros son vulnerables a la luz.
Más aún que a los alfileres.
Más que a su propia necrosis.

He visto la palabra
que permanecerá cuando yo me haya ido.
La leí casi sin pensarla. Decía claramente
Ocaso.
Era una palabra muda en la que nadie cree. Como en un encuentro.
Un temor.
La posdata de esa carta que nunca enviaste.

3 comentarios:

ybris dijo...

Formidable poema. Mi aplauso.
Vivir sin temor a que lo vivido se pierda o se olvide.
No importar la propia densidad o liviandad.
La luz es más que el dolor y la muerte.
Y es que el ocaso perdura en nosotros hasta cuando nos vayamos.

Besos.

Lara dijo...

bueno
realmente bueno
(si es que la realidad sabe de corazones)

Virginia Barbancho dijo...

si es que los corazones son la única realidad...

muak miniña