viernes, 14 de enero de 2011



Llegué con toda la agonía de la que es capaz -escapar- el Madrid inoportuno del nunca es suficiente si puedes tener más.
Llegué con un zumbido de colmena dentro de un estómago hueco.
Llegué siendo mi ausencia, sin querer escribir ni ser.
Sin creer en el tiempo como mejor aliado.
En la nada como único remedio.
Para ser sincera, aun no sé si lo sigo creyendo.
Pero Madrid está lejos, y aquí hace siempre calor.
Y del norte viene un regalo con la forma de una amiga.
Y las ciudades pueden ser ocres o rojas.
Bulliciosas, arraigadas o tranquilas. Como todo.
Cada rincón es un misterio que anhela ser descubierto.

3 comentarios:

Lara dijo...

sssí!

rh dijo...

Yo siento eso en Madrid estando tan sólo unos días. Jamás podría vivir allí, demasiado bosque sin ningún océano de paisaje (humano y no humano). Demasiados egos, demasiada ansia errática para pretender ser.
Y sin embargo me gusta ir de vez en cuando a perderme sin identidad como uno más de la jauría.
Tienes unos jardines privados muy hermosos, suerte que no tienen puertas.

Virginia Barbancho dijo...

Si lo buscas, puedes encontrar un océano en cualquier parte. Yo los encuentro en Madrid continuamente (humanos y no humanos), aunque a veces se me rebelen un poco...
Los egos, las pretensiones, los anonimatos: las opciones son infinitas...
Tus puertas en el aire me han gustado mucho.
Gracias.